martes, 29 de enero de 2019

Vicente Blasco Ibañez (Valencianos ilustres#4)


Vicente Blasco Ibáñez en su despacho, en su casa de la Malvarrrosa (Valencia)

POBLADOS MARÍTIMOS
Malvarrosa

Callejero, tal día como hoy, un 29 de enero en el año 1867, nació uno de los más ilustres valencianos, Vicente Blasco Ibánez, en el número 8 de la calle de la Jabonería Nueva, cerca de la calle Pie de la Cruz, en la trastienda de una tienda de comestibles donde vivían sus padres Gaspar Blasco y Ramona Ibáñez.


Los padres de Blasco Ibañez
Casa natalicia del escritor. 
Lo bautizaron en la iglesia de los Santos Juanes, frente a la Lonja. Posteriormente, cuando tuvo edad comenzó sus estudios en las Escuelas Pías con los Padres Escolapios. Más tarde, ingresó en el Colegio Levantino, ubicado en lo que hoy es la plaza de Mariano Benlliure.
En esta época, fue cuando surgió su pasión por la lectura. Le gustaba consumir sobretodo el género romántico – tan de moda en la época – y entre sus escritores favoritos se encontraba Victor Hugo. El joven Blasco tenía una gran imaginación, que demostró a la hora de escribir sus novelas durante los años siguientes.

Cuando apenas contaba con 16 años, decidió escaparse de casa y marcharse a Madrid, a vivir por su cuenta. Una vez en la capital, trabajó en la casa del escritor Fernández González. La vida en las calles madrileñas le sirvió para iniciarse en el arte de escribir y publicar sus primeros escritos, pero sin mucho éxito.


En 1884, tras no encajar en el ambiente literario de Madrid, bien por su juventud, bien porque no conocía a nadie, cedió a las suplicas de su madre y regresó  a Valencia, donde continuó escribiendo, esta vez en valenciano, llegando a publicar algunos relatos como La Torre de la Boatella, en la revista de Lo Rat Penat que dirigía Constantí Llobart, ganando uno de los accésits de los premios de los Jocs Florals. En su lengua materna, siguió escribiendo En la porta del cel y Lo darrer esforç. Un poco más tarde continuó escribiendo, pero esta vez ya en castellano,  las novelas de: Fantasias, El adiós de Schubert, El Conde García Fernández, Aventurras venecianas, Por la Patria, La muerte de Capeto, Marimori, Un idilio nihilista y Fátima.

En los Juegos Florales, de 1888, se le premió el trabajo Hugo de Moncada. Se licenció en derecho en la Universidad literaria de Valencia, donde cursó los estudios completos, aunque nunca ejerció como abogado. Estudió leyes más por el empeño de sus padres, que por vocación, que querían que hiciera algo serio en su vida, pues lo veían con demasiada imaginación y fantasía.
Sus dos grandes vocaciones en la vida siempre fueron la literatura y la política. Se afilió primero al partido Republicano Federal. Precisamente, a los ideales republicanos dedicó sus primeros artículos de política, en el semanario La bandera federal que fundó él mismo. En 1890, instigó en diversas acciones y manifestaciones contra el Gobierno que presidía Cánovas del Castillo, y siendo perseguido por  la Justicia, se  exilió durante unos meses en París.

Fotografía de su boda
Tras una amnistía general, regresó a Valencia, para casarse con María Blasco Cacho, con quien tubo  tres hijos: Mario, Libertad y Sigfrido. En 1891, fue nombrado presidente regional del Partido Republicano Federal. El presidente nacional del partido Francisco Pi y Margall,  fue invitado por Lo Rat Penat como Mantenedor de los Juegos Florales de Valencia, pero éste no pudo asistir y le sustituyó en la cátedra su representante en Valencia, Vicente Blasco Ibáñez, que vivía en su casa en las orillas de la Malvarrosa.

En esta época, escribió y publicó sus trabajos literarios más políticos: La araña negra, Viva la República y Catecismo del buen republicano. Tras ser derrocado en las elecciones en las que se presentó por el distrito de Sueca, Vicente Blasco Ibáñez fundó el 12 de noviembre de 1893, el diario El Pueblo¸ que puso al servicio de sus dos preferencias vitales, la literatura y la política. Desde sus páginas iba orientado al republicanismo valenciano, impartiendo doctrina e instrucciones.
Instigó su particular guerra contra sus adversarios políticos, al tiempo que escribiría toda su obra literaria en entregas, para luego esos folletines recopilarlos en libros.
Consiguió  así instaurar una corriente de pensamiento dentro del republicanismo, conocido como blasquismo, y sus seguidores  blasquistas, que arraigó sobretodo en la zona de La Ribera.
Este movimiento se convirtió en la base de un partido independiente creado por él mismo. En 1896, a consecuencia de sus acciones políticas se vio obligado a exiliarse a Italia, donde aprovechó para escribir En el país del arte.
Su carrera política perjudicó su vida literaria y personal, aunque él amaba tener esa vida convulsa. Su devaneo político también hizo que no le concedieran el Premio Nobel de Literatura, pues ideales republicanos y antimonárquicos fueron utilizados en su contra por los gobiernos de turno, para que el rey de Suecia nunca le concediera el galardón.

En 1898, fue elegido Diputado a las Cortes por Valencia, escaño para el que fue reelegido también en las legislaturas de 1901, 1903, 1905 y 1907. En su época como diputado escribió: El Juez (1894), Arroz y tartana (1894), Flor de Mayo (1896), Cuento valencianos (1896), La Barraca (1898) – que fue traducida al francés y sirvió para darle a conocer en Europa – Entre naranjos (1900) que la escribió en una casa de campo en Alzira, La Condenada (1900) y Cañas y barro (1902)


Esta fue una larga serie de novelas de temática valenciana, que constituyen un gran testimonio etnológico, ya que describen fielmente las costumbres, tradiciones, usos y normas de la Valencia del siglo XIX.
En 1904, cansado de las lides políticas desarrollas en Valencia, y quemado por su vida agitada, se marchó a Madrid, donde decidió dedicarse solamente a la literatura, olvidándose de la política. Instalado ya en la capital, abandonó los temas costumbristas valencianos, para desarrollar tesis y  temas sociales. En esta época fue cuando escribió La Catedral (1905), La Horda (1906), en ese mismo año el Ayuntamiento lo declaró  Hijo Predilecto de la Ciudad y le hizo un homenaje. Y en Francia, el presidente de la República le nombró Caballero de la Legión de Honor.
En esta época inició el ciclo psicológico con La maja desnuda (1906), Sangre y arena (1908), Los muertos mandan (1909) y Luna Benamor (1909).
En estos años, compaginó su carrera literaria con conferencias, como las de Argentina, Chile y Paraguay.

Durante su viaje por Argentina
En su estancia por aquellas tierras intentó hacer las américas, llevado por su gran imaginación y espíritu aventurero. Creó unas colonias agrícolas, pero el grandioso proyecto fracasó, por la  tierra y el clima, que no acompañaron. Abandonó el proyecto avergonzado por el fracaso, y se mudó a Francia.
Instalado en París, se dedicó  a escribir las  crónicas de la recién estallada Primera Guerra Mundial. Este echo le influenció en sus siguientes obras: la Historia de la guerra europea, Los cuatro jinetes del Apocalipsis (1916), Mare Nostrum (1918) y Los enemigos de la mujer (1919), Los cuatro jinetes del Apocalipsis, fue convertida en guión el cinematográfico de una película. 

En Estados Unidos, fue investido doctor honoris causa por las Universidades de Washington y México. Volvió a Francia, esta vez se instaló en Menton desde donde, en 1921,  viajó a Valencia para recibir  numerosos homenajes. De vuelta en Francia volvió a escribir,  ahora sobre temas españoles, calificados de poca calidad, como El paraíso de las mujeres (1922), La reina Calafia (1923), El Papa del mar (1925), Una nación secuestrada, La tierra de todos, El militarismo mejicanoLos enemigos de la mujer. Blasco publicó gran parte de sus obras en la  Editorial Prometeo.


El escritor recién fallecido en su lecho. 

Finalmente, la víspera de su  61 cumpleaños, el 28 de enero de 1928, falleció en Menton Fontana Rosa, y no fue hasta el 29 de octubre de 1933, cuando sus restos mortales fueron trasladados a Valencia, a bordo del buque insignia de la Armada Española “Jaime I”, siendo recibidos en el Puerto por el pueblo valenciano,  el presidente de la Repúplica, Alcalá Zamora y todo el Gobierno, para ser inhumados en un nicho del cementerio de la ciudad,  en el que  se puede leer:

Quiero reposar en el más modesto cementerio valenciano, junto al Mare Nostrum, que llenó de ideal mi espíritu, quiero que mi cuerpo se confunda con esta tierra de Valencia, que es el amor de todos mis recuerdos.
Lápida de la tumba del escritor en el cementerio general de Valencia.

De este modo, quedo vacío el sarcófago que Mariano Benlliure le talló a su querido amigo, y que después de exponerse durante años en el convento del Carmen, ahora ha sido trasladado  el museo de Bellas Artes San Pío V. Pero, la historia casi novelesca de las tumbas de Vicente Blasco Ibáñez es otro capitulo más en nuestra historia, que muy pronto conocerás... 

El féretro que hizo Benlliure durante su
 estancia en el convento del Carmen.




martes, 22 de enero de 2019

EL FINAL DE ROMA (Valencia#4)



El antes y el después del solar.
Fotografía: Circulo por la Defensa y la Difusión del Patrimonio.
CIUTAT VELLA
La Seu

Éste podría ser el título de una novela histórica o de una película antigua pero, muy lejos de la realidad, se trata del destino final del vestigio de Valentia. Estoy hablando de esas ruinas romanas de la calle del Salvador, esas ruinas que conozco yo literalmente toda la vida, desde que comencé a callejear por Valencia de la mano de mi abuelo, cuando apenas empezaba a dar mis primeros pasos y mi cabeza comenzaba a llenarse de la historia de la ciudad.

Antigua imagen de la zona durante el trabajo arqueológico.
Fotografía: El Mundo.

Ahora esas ruinas…”no existen”, o más bien como si nunca hubieran existido, porque se ha decidido cubrirlas de tierra. En plan echemos tierra al asunto y aquí paz y después gloria. Total ojos que no ven…

Pero sí, si los ojos son como los del viejo Tiresias.

La historia de estas ruinas comenzó hace más de 20 años, cuando en la cimentación de la futura residencia oficial del presidente de las Cortes, aparecieron los restos romanos de la muralla de Valentia, las obras se paralizaron y las ruinas quedaron expuestas a la intemperie esperando la llegada de los arqueólogos y deliberar que hacer con las mismas.


Las ruinas se llenaron de hierbajos y basuras
Fotografía: comarcalcv

¡Hasta creció un árbol!
Fotografía: comarcalcv

Ese solar quedó “abandonado” en nuestra ciudad, aunque vallado por motivos de seguridad, pero no de salubridad, pues se convirtió en un nido de ratas y bichos de los cuales los vecinos de la  calle comenzaron a protesta con pancartas en sus balcones. Pero el gobierno de la época no hizo caso durante años y años…

Pancartas en los balcones.
Fotografía: Valenciabonita

Con el tiempo, se escuchó a los vecinos y estudiaron su proyecto arquitectónico, valorado en 350.000 euros, para hacer de las ruinas un lugar turístico y visitable. Pero hubo a quienes no les gustó el proyecto, con la excusa de que no respetaba el entorno urbano de la zona.

Finalmente, han cortado con los trabajos arqueológicos y han decidido poner tierra de por medio, y literalmente, eso sí, previamente protegiendo los restos romanos con un tejido especial. Como lo imagináis, los vecinos están enfadados por la solución tomada, pues seguramente se podría haber optado por una intervención más adecuada.

Las ruinas cubiertas con telas.
Fotografía: Circulo por la Defensa y la Difusión del Patrimonio.

Se acabó la historia que durante mucho tiempo ha causado tanta polémica. Callejeros, si estáis interesados en ella, buscadla en las hemerotecas, en Internet y sabréis más sobre el tema.Yo no pienso decir nombres ni nombrar gobiernos, pues apolítica soy. Cada uno de vosotros pensad lo que queráis y echad las culpas a quien os guste.

Pero, pensad un poco como yo, poned vuestros ojos en visión patrimonial ¡e incluso turística!
La gracia que tenía (o tiene) el lugar, es que si desde esas ruinas acabamos de recorrer el resto de la calle del Salvador, llegamos a la plaza de Decimo Junio Bruto – que por cierto fue el fundador de la Valencia romana allá por el 138 a.C – y en esta plaza tenemos el Centro Arqueológico de l´Almoina, donde existen más restos romanos, mejor conservados que el solar, aunque podrían estar aun mejor cuidados en el museo, todo hay que decirlo…

Pero, hubiera sido un puntazo hacer una ruta, una vía como dirían los valencianos romanos, una especie de hall urbano que nos explicara cómo era la muralla romana y que a unos metros más adelante pudiéramos adentrarnos bajo tierra para descubrir cómo fue esa ciudad.

Pero, alea iacta est, ya veremos como acaba el tema de la ruinas y si nosotros o tal vez nuestros hijos dentro de algún tiempo podrán ver relucir bajo el sol – o mejor aún bajo focos de museo -  esas ruinas ahora ocultas.

¿A caso no os recuerda un poco este tema a algo similar? Sí, callejeros al descubrimiento de esos tramos de muralla que surgieron muy cerca de la calle del Salvador, concretamente frente a la Iglesia de El Temple, y que al igual que con estas ruinas, al no saber qué hacer, decidieron taparlos con tierra…

Fotografía del hallazgo.

La oscura piel de asfalto de nuestra bella Valencia está cada vez más llena de cicatrices, pero quieren hacernos olvidar de donde vienen esas heridas.

viernes, 11 de enero de 2019

Los "Baobabs" de Valencia (Árboles extraordinarios de Valencia#6)


EL Ficus Banyan: una maravilla de la Naturaleza.
Fotografía propia.
PLA DEL REAL
Exposición

Callejero, ¿sabes que es un baobab? Quizás sea una palabra que te transporte a tu infancia o a tu adolescencia, cuando leíste el quinto capítulo de El Principito de Antonie de Saínt-Exupéry.

Baobabs del Principito
<< … había pues, semillas terribles en el planeta del principito. Eran las semillas de los baobabs. El suelo del planeta estaba infestado. Y si un baobab, no se arranca a tiempo, ya no es posible desembarazarse de él. Invade todo el planeta. Lo perfora con sus raíces. Y si el planeta es demasiado pequeño y  los baobabs son demasiado numerosos, lo hacen estallar. >>


En nuestra ciudad tenemos árboles similares a estos que nos relata el cuento. Se trata de los llamados ficus macrophylla, conocidos comúnmente como higuera estranguladora. El origen geográfico de estos árboles lo encontramos en el oeste de Australia, en la bahía de Moreton de la isla de Lord Howe, razón por la que se conoce como higuera Bahía Moretón. Incluso, también se le llama ficus australiano o banyan. 


El gran Ficus Macrophylla del Parterre
Fotografía propia

Este último nombre, Banyan, procede de cuando los ingleses llegaron a la India y observaron que  a la sombra  de estos árboles, descansaban los “banias”, mercaderes hindúes. Y comenzaron a denominarlo como árbol banyan, por ser el lugar de encuentro de tratos comerciales de estos mercaderes.

Antiguo grabado donde los representan bajo un ficus.

Es un árbol siempreverde que puede alcanzar hasta los 60 metros de altura -  10 metros más alto que el Miguelete – cuenta con un tronco macizo, con gruesos y prominentes contrafuertes en la base. Su corteza tiene un color grisáceo y al tacto es rugosa. Puede llegar a florecer y a dar unos pequeños frutos, que van madurando a lo largo de un año, pudiendo ser comestibles.

Ficus de Ripalda en la plaza de Legión Española
Fotografía propia.
Les gusta el clima cálido, y sus hojas se oscurecen cuando llega el invierno. El clima que tenemos en nuestra ciudad, es favorable para su desarrollo, por eso han alcanzado grandes proporciones, siendo considerados como “árboles monumentales”. La única forma para controlar su tamaño, es a través de las podas drásticas  a las que son sometidos, lo que provoca que se dispare su crecimiento, como es el caso del ya comentado Ficus de Ripalda.

El problema de los ficus es el excesivo desarrollo de sus raíces y ramas principales, así como el follaje, que en ocasiones, llega a superar las zonas acotadas para ellos, pues conforme van creciendo, su tronco va engrosando y fusionando las raíces aéreas que cuelgan de las ramas, por las que toman la humedad del ambiente,  y creando esas formas tan dramáticas, que podemos observar en cualquiera de los ejemplares de estos árboles que podemos encontrar por Valencia.

Detalle de como el Ficus a sobrepasado el borde de obra.
Ejemplar en el nº 9 del Paseo de Alameda.
Fotografía propia

En algunas ocasiones, estas raíces pueden colgar de los árboles hasta tocar tierra, donde arraigan, convirtiéndose en una especie de columna vegetal, soportando el gran peso de las ramas, imitando a los grandes pilares de las catedrales, pues su función es evitar que el árbol caiga al suelo, ya que son originarios de bosques lluviosos, donde la tierra en la que crecen es húmeda y poco profunda, manteniéndose así en pie en época de huracanes.

Ejemplo de las raíces aéreas, tocando prácticamente el suelo.
Ejemplar del ficus del nº 9 del Paseo de Alameda.
Fotografía propia.

Su sistema de raíces es impresionante. Son muy agresivas y creen muy superficialmente, porque en cuanto detectan una ligera fuente de humedad,  por pequeña que sea, como puede ser la filtración en una tubería de agua, se dirigen hacia ella, desarrollando milimétricas raíces que se cuelan por la zona de filtración  absorbiendo el agua y, poco a poco, esas raíces van engrosando y abriendo más y más la rendija en la tubería,  creciendo como una cabellera dentro de ella, obstaculizando el paso del agua, hasta acabar reventándola. Esa es la polémica que existe en cuanto al ficus de la gasolinera del Parterre.



El conocido ficus del Parterre junto a la gasolinera.
Fotografía propia

Por lo tanto, no es recomendable que este árbol sea plantado cerca de viviendas, ya que con sus poderosas raíces, puede romper todo tipo de muros, cimientos e instalaciones hidráulicas subterráneas. 
Aunque, si obviamos su problemática, son precisamente sus raíces y sus troncos lo que más nos llama la atención, por esa sensación, de fuerza y de poder de la Naturaleza, que nos transmite. Han llegado a convirtiéndose en monumentos vivos, en un patrimonio natural que debemos, no sólo apreciar, sino también respetar.

Sin duda, son unos árboles poderosos, de grandes dimensiones, de gran altura y frondosidad que han llegado a convertirse, en las ciudades, en “árbol monumental”, con el gran entramado de ramas y fuerte tronco, formando parte de nuestro patrimonio urbano y como tal, hay que  preservarlos, porque no solo son un monumento, sino que nos prevén de oxígeno y son una conexión con la Naturaleza dentro de la ciudad.

Pero si no se cuidan nuestros parques y jardines, estos árboles acabarán cayendo, como es el caso de uno de los ficus del Jardín de Ayora.


Obstaculizando el paso de uno de los caminos del jardín.
Fotografía propia.

Detalle del tronco, junto a la húmeda tierra.
Fotografía propia. 


Las raíces podridas
Fotografía propia.

El Ficus caído, hace 5 años atrás.
Fotografía propia.
                                            
Cualquiera que los vea, puede suponer que llevan cientos de años plantados en nuestras calles, pero  nada más lejos de la realidad, estos árboles fueron plantados a finales del siglo XIX y principios del XX, para ornamentar estas zonas de la ciudad.

Os invito a que vayáis a contemplarlos y a conectaros con su energía, con su fuerza, que por un instante os sacará de la ciudad y os transportará a esas selvas donde nacieron por primera vez.


Pero, por si no vivís en Valencia, os dejo unas fotos detalladas de estas hermosas obras de arte de la Naturaleza.


El Ficus del Parterre.
El más grande y más antiguo de todos, con 167 años. Fue plantado por error confundido con una magnolia, pues el árbol en época joven es muy parecido.
Ubicado en la Plaza de Alfonso el Magnánimo. 

¿Quién en Valencia no lo conoce? Es punto de quedadas y de juegos de niños.
Fotografía propia. 


Las poderosas raíces de este árbol ¿cuántos niños habrán trepado por ellas?
Fotografía propia.
                 


Los Ficus del Palacio de Justicia

Ubicados en el Jardín de la Glorieta
Uno de los ficus que ornamentan la Glorieta.
Fotografía propia. 
El gran banyan que da sombra al parque de juegos de los niños.
Fotografía propia. 
Las poderosas raíces del ficus.
Fotografía propia. 
                                       
La armonía de las ramas, las curvas del tronco juegan con el banco.
Fotografía propia. 
                                     
Raíz aérea que ha tocado ya el suelo, y está siendo ayudada a arraigar.
Fotografía propia. 
                                       
                                     
Los Ficus de la Gran Vía Marques del Turia.

Se trata de un conjunto de cuatro ficus. No tiene pérdida, desde la calle Colón, cruzad por la calle Pizarro hasta el final, donde lo hallareis de frente. 






Panorámica de los ficus del Marqués del Turia.
Fotografía propia. 

Detalle de los troncos de estos árboles.
Fotografía propia.

Detalle de los troncos de estos árboles.
Fotografía propia.

Detalle de los troncos de estos árboles.
Fotografía propia.

Detalle de los troncos de estos árboles.
Fotografía propia.
                                     
Visión de la gran frondosidad del conjunto.
Fotografía propia. 
Unión de las ramas de los arboles, formando un fresco techo vegetal.
Fotografía propia. 

El Ficus de "La Cigüeña".


Visión general del ficus de enfrente de La Cigüeña.
Fotografía propia. 

El grueso tronco del árbol.
Fotografía propia. 

Red de raíces superficiales.
Fotografía propia. 

Detalle de las gruesas ramas, que se unen hasta fusionarse.
Fotografía propia. 

Raíces aéreas.
Fotografía propia. 

Detalle de la unión del tronco con las ramas.
Fotografía propia. 

El Ficus de Pintor Peiró. 

Junto a la entrada a la calle Pintor Peiró, encontramos este gran ficus banyan. 


Panorámica en la que se puede ver la grandiosidad de este ejemplar.
Fotografía propia

Ficus que da sombra al paseo de la Alameda.
Fotografía propia. 

Es impresionante, observad como ha engrosado esta raíz.
Fotografía propia. 

Raíces aéreas colgando de las ramas.
Fotografía propia. 

Hermosa visión del tronco, que parece deshacerse y extenderse por el suelo.
Lástima que hayan basuras afeando la base.
Fotografía propia. 

Las raíces han hecho una especie de murillo en la zona de aparcamiento.
Fotografía propia. 

Visión de las ondulaciones de las raíces fusionadas en los troncos.
Fotografía propia. 



El Ficus de Alameda 9. 

Unos metros más adelante del árbol anterior, encontramos este otro, frente el edificio número 9 del Paseo de la Alameda. 



El ficus banyan, a la altura del número 9,
otorga sombra a la terraza de un restaurante. 
Fotografía propia. 

Detalle de las raíces
Fotografía propia. 

Las raíces aéreas, fusionadas al tronco, se deslizan y adentran en la tierra.
Fotografía propia. 

Raíces aéreas
Fotografía propia. 


Detalle de una de las raíces. Corteza gris y rugosa.
Fotografía propia. 

Recovecos de las raíces
Fotografía propia 

La sensación de derretimiento del tronco que sobrepasa el borde del jardín.
Fotografía propia. 

El Ficus de Ripalda 

El ficus del antiguo jardín de la Condesa de Ripalda. Este fue salvado por un ingenioso jardinero, enamorado del árbol. Se encuentra en la plaza de La Legión Española. Detrás del edificio de La Pagoda.



El frondoso ficus de la Condesa.
Fotografía propia.

Detalle de las raíces.
Fotografía propia.
                           
El Ficus de Serranos

En la entrada al Puente de Serranos, encontramos otro ejemplar de ficus. 


El ficus que da cobijo a los visitantes, durante la feria medieval del 9 de octubre.
Fotografía propia.

El Ficus de la Plaza del Centenar de la Ploma.

Escondido en el corazón del barrio del Carmen, podemos encontrar otro ejemplar de ficus banyan. La particularidad de este árbol es que fue plantado, en el siglo XVIII, por el mismísimo botánico José de Cavanilles, como regalo al dueño del Palacio de Raga. 

Una masa verde que sobresale entre los edificios que lo rodean.  
Fotografía: Asociación de Vecinos del Carmen. 
Detalle del tronco del árbol.
Fotografía: Asociación Vecinos del Carmen. 

El Ficus de la Gran Vía Fernando el Católico.

Al final  de la gran vía, junto al puente de las Glorias Valencianas. 





El Ficus de Fernando el Católico.
Fotografía propia. 


El Ficus de la Beneficencia. 
En el patio interior del museo, encontramos una pareja de grandes ficus, altos. Pero de troncos delgados. 


Ubicado en el interior del edificio. 
El ficus del museo.
Fotografía: Valencia Bonita 
                             
Detalle de los troncos.
Fotografía: Centro Cultural de La Beneficencia.

El conjunto de los ficus.
Fotografía: Centro Cultural La Beneficencia. 


El Ficus de las Cortes Valencianas 
Es de difícil acceso, tan sólo he podido lograr estas imágenes. 



Ubicado dentro del Jardín de las Cortes

Desde el interior de uno de los pasillos de las Cortes

Foto de prensa, de un grupo de políticos posando bajo el Ficus
                                     

Todas las entradas de los árboles extraordinarios de Valencia, se las dedico a mi abuela, quien me inculcó la afición por la jardinería y el gusto por los árboles, contándome las historias y nombres de todos ellos.