martes, 14 de abril de 2020

Cruz de la Pista de Silla (Cruces de término#12)


AVISO: La redacción de estos artículos se realizaron durante la epidemia del COVID-19. Están tipo "novelados" imitando un antiguo cuaderno de un viajero del tiempo. Para entretenimiento de un grupo de amigos de Puçol y dedicados a ellos. 

Año de Nuestro Señor 2020, décimo tercer día del mes de abril.

El sabor de la torta de nueces y pasas aún perdura en mi boca, mis manos aún conservan el aroma de la naranja. Ese ha sido mi desayuno de este día de hoy.

Después de hacerlo me he puesto el ungüento de caléndula en mis manos y mi rostro, para evitar la irritación de los guantes y el cubrebocas. Suspiro con fuerza mientras me los coloco de nuevo, otro día más que hay que protegerse de esa epidemia que parece que se ha quedado a vivir en Valencia.

El último mes podría haber salido de un versículo del libro del Apocalipsis, con sus jinetes sembrando el caos por donde pasan. El tiempo tampoco parece acompañar, es cierto que ayer hizo ese sol típico de Pascua, pero hoy vaticina el céfiro que volverán a rasgarse las nubes y a caer frías lágrimas en este triste mes de abril. ¡Qué diferencia con el año pasado! Cuando había ido en peregrinación por diversos monasterios de Valencia y Castellón.

Recuerdo con nostalgia aquellos maravillosos días de sol y libertad. Aguardando la esperanza de que pronto podrán volver. Ansío con ganas poder bañarme en el mar por San Juan y hacer los rituales tradicionales de esa noche mágica.

Pero, por ahora, tocar ir en peregrinación buscando las santas cruces del término de Valencia: una vez que cerremos el circulo, la energía y la protección caerán sobre nosotros.

Saco el mapa de la ruta para consultar el plan establecido para hoy, la llamada Cruz de la Pista de Silla. Por la ubicación en la que se halla seguramente que será de factura nueva, por aquello que nos contó el párroco de San Isidro, cuando Valencia mandó construir un río nuevo para su ciudad.

Sonrío levemente. Si algo bueno tenemos los valencianos es que sabemos salir bien de las desgracias que nos acontecen. El Turia se desborda y una devastación de agua y barro destroza la ciudad. El primer día, asustados, observamos los daños; el segundo día, enterramos a nuestros muertos, y al tercer día, resucitamos la ciudad, y si para ello tenemos que desviar un río que parte la ciudad desde época romana ¡lo hacemos!

Porque los valencianos juntos pudimos hacerle frente a la desgracia y pagarlo orgullosamente con ese pequeño tributo adicional que adjuntamos en las misivas que durante más de veinte años. Tal vez, aquello solo fue un pequeño pellizco. Pero en tiempos malos nos alimentamos de historias y creamos la leyenda de los llamado sellos del Plan Sur y cómo, con ellos, pagamos un río grandioso.

Muchos años después hemos hecho algo similar. Creamos el Hospital la Fe, uno de los más importantes del reino, con prestigiosos médicos que nos han ayudado en nuestros males. Ese hospital se quedó pequeño como el río y por eso que se construyó el nuevo Hospital la Fe, de mayor capacidad: el edificio que ahora ven mis ojos.

Aunque no soy mucho de recorrer hospitales, no puedo negar que es un gran recinto, muy bien dotado de instrumental médico y personal cualificado. Con esos médicos que a día de hoy están luchando a «capa y espada» con esta epidemia, un duelo a muerte para arrebatarle al enemigo la corona. Por eso creado un pequeño, pero gran hospital de campaña en el solar de frente al hospital.

Mi sangre valenciana está orgullosa, al saber todo esto que me han contado y que ahora pueden ver mis ojos. Camino tan deprisa como pueden mis pasos, pues no quiero molestar a la gente que ahí trabaja, pero tengo que bordear el hospital provisional para llegar a mi destino.

Mis botas pisan el polvo del camino, ya es terreno de «huerta» por decir algo, son terrenos a los que los edificios en forma de arca no han llegado. Me alegro, pues no me gustan, prefiero las casas de campo con su pequeño terreno alrededor.

Un rótulo metálico me avisa de que pronto llegaré a la «Autovía de Alicante con la avenida de Ausias March». Miro a los pies y veo que hay dientes de león amarillos, y algunos han cambiado la flor por esa espumosa pelusilla. Me agacho y recojo uno de ellos con cuidado, para que no se deshaga, igual que hacía en mi infancia. Cierro los ojos, pido un deseo acorde con el ambiente de estos días, y soplo con todas mis fuerzas… me quedo mirando cómo la pelusa se difumina en el cielo gris, mientras me pongo de nuevo el cubrebocas.

Las hierbas del camino me dan alegría: pequeñas con sus florecillas unas, otras largas hojas y algunas de más allá espinosas. Tuerzo a boca con disgusto al ver desechos por todos lados, ensuciando el suelo. Botellas de vidrio, esos cilindros metálicos que llevan zumo de frutas y hacen cosquillitas en la garganta, estuches de papel donde van esos canutos que se prenden y su humo huele mal, y otras cosas que no comprendo que son.

Estúpido es el hombre. La criatura más insensata, pues venera a un dios invisible y masacra una naturaleza visible, sin saber que esta naturaleza que él masacra es el dios invisible que él venera.

Sufro cuando veo basura en el campo, y son muchos los pasos que he dado por el campo, contemplado esta falta de respeto que le ofrece la gente. Ignoran que la Naturaleza nos hace el regalo más grande de todos: la vida, el resurgir una y otra vez.

Pero nosotros cargamos con esa cruz: no entender las cosas sencillas que nos rodean. Rodeo el baladre de flores blancas evitando rozarlo, pues es sumamente venenoso y, después de la «maldición de la primavera», prefiero no sufrir también de un envenenamiento. Aun así, es hermoso verlo y está enorme decorando la base de la cruz, que, como bien he intuido, es moderna.

Me siento en el suelo, resguardándome de las corrientes que hacen los carros de metal, sobre los ríos de asfalto negro, y saco un pliego nuevo para dibujar. Tendré que darme prisa en acabar la peregrinación, pues ya he consumido más de la mitad de mi carboncillo.

Ilustración Isabel Balensiya

Es muy sencilla de dibujar, no le añado mucho detalle. Apunto la descripción de obra de Antonio Sacramento. Sobre un pedestal se eleva un Cristo crucificado en forma «extraña», semeja como un lazo deshecho. Está realizado en hierro patinado en oro. En la base, una esfera de piedra con el escudo de la ciudad y una fecha: 3 de mayo de 1965.

Apenas pasan carros por las vías, así que me quedo con las piernas cruzadas sobre la tierra ante el crucifijo, mirando esas cintas de metal entrecruzadas, con los ojos entrecerrados, en un acto subconsciente de poder hallar la imagen de la divinidad. Unos minutos en señal de respeto, de devoción, de dar gracias por todas las vivencias ocurridas estos días y por la suerte que he tenido hasta llegar hasta donde estoy hoy y ser quien soy.

Observo el mapa y calculo la ruta que aún me queda por seguir, ya falta poco para llegar al final, para volver a ver brillar el sol de un nuevo amanecer.

 ---------------------------------------------------------------------
COMENTARIOS DE LOS AMIGOS DEL GRUPO CLUB DE HISTORIA DE PUÇOL
13 de abril 2020. Capitulo: Pista de Silla

Merche: Precioso.

34 653 99 ** **: Hola buenos días no hablo mucho pero me gustan mucho tus historias estoy esperando todos los días.

Josefa: Gracias Isabel, espectacular... Me ha encantado el párrafo de Estúpido es el hombre.....

Manoli: Gracias Isabel

Pilar Alberti: Gracias Isabel.

MJ: Precioso Isabel

Enriqueta: Me ha gustado mucho tu reflexión de hoy acerca del maltrato que el hombre da a la Naturaleza.Ojalá reconsideremos nuestra pésima actitud y aprendamos a respetarla más.Gracias por tu hermoso y significativo relato de hoy.Hasta mañana,Isabel

Rosa Ruiz: Gracias Isabel




No hay comentarios:

Publicar un comentario